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miércoles, 3 de junio de 2009

Homenaje a " el mundo de lo"

Recuerdo que estábamos paseando por el Zoo cuando nos enteramos de lo del elefante enano.
Un secuestro…
Todos nos sobrecogimos por la pena…
Una de nosotras estornudó, a otra le empezó a picar un brazo.
Le habíamos visto en la tele, era un elefante rosado, no me llegaba ni apenas a las rodillas, rosa como el algodón de azúcar… precioso en una instantánea de su momento del baño, llenito de espuma.
Lloramos.
Decidimos, en ese momento de arrebato tan impulsivo, que seríamos sus rescatadoras.
Pero, según fuimos avanzando en nuestra operación “E”, nos dimos cuenta del turbio asunto en el que nos estábamos involucrando.
Nos enfrentábamos a mafias malas malísimas (e indudablemente crueles)
El elefantito inocente… había sido destripado.


No seré explicita, las escenas vistas las guardaré para mí.
No quiero reclamaciones, ni pagar ningún psiquiatra.
Nuestra misión entonces se convirtió en recuperar las “piezas” del animalito.
Habían sido repartidas por sucesivos rincones de la inmensidad que abarca nuestro desconocimiento.
Como podían estar en cualquier parte, nos sorprendimos invadiendo una casa, para empezar…
Los dueños estaban de vacaciones, y como por fuera se veía todo tan bonito. Con las luces de navidad automáticas, que se encendían a las 7.
En la mesa del comedor había una cajita con bombones y nos comimos uno, todas menos Sara que siempre está a dieta.
Los bombones nos llevaron directamente a la nevera, y nos sorprendimos estudiando piezas congeladas de pollo, tratando de asimilar si encajaban en el perfil del elefante, pero no… ni trompa, ni pata, ni nada.
Más nos sorprendieron los dueños, que llegaron de “vacaciones” justo con nosotras dentro




El cabeza de familia había tenido un accidente navideño.
Se había caído, dando varias volteretas sobre si mismo, curiosamente de circularidad perfecta, con el triste final que sucede en estos casos, una pierna rota y hogar, dulce hogar.
Mi triste realidad también había llegado, sonaba el despertador y aún no nos había dado tiempo a rescatar al elefante.
Volveré esta noche, le dije al viento, con la esperanza de que le llevara el mensaje.

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